Grafiteo, luego existo: crónica de grafiti en Querétaro

Articulos, Graffiti, Solo Hip Hop » Enviado por el 8 septiembre, 2019

«Las paredes son la imprenta de los pueblos», escribió Rodolfo Walsh, perseguido político asesinado por la dictadura argentina, demostrando que las palabras también golpean. Y no solo eso. Por estas, orales o escritas, es que construimos realidades. Nos aproximan a lo que nos rodea, otorgándole más de algún sentido. La creación, por ejemplo, es retórica. «Y dijo Dios. Hágase la luz; y la luz se hizo», lo que se traduce en que, para existir, hay que nombrar.

De las palabras se constituye el lenguaje, cuya virtud o defecto es la concreción de sus límites. Decimos lluvia por la imposibilidad de nombrar cada gota de agua. Al fin y al cabo, solo hay aproximaciones, signos que dicen o desdicen lo que observamos, presa de las fronteras humanas que, entre muchos factores, generan oportunidades. Transitan de espacio en espacio y cambian con el tiempo. Manifiestan los sinsentidos, evocando incluso las ausencias.

 

 

En la complejidad del lenguaje, se construyen mitos. La creación de mundos también requiere de explicaciones y es así como fundamentamos a la religión y la filosofía. Desde la ciencia se dice que lo único que prevalece es la información genética, gracias a un sistema de comunicación, lo que reduce el significado de la vida a información luchando por persistir. Una respuesta quizá sencilla, pero que no carece de sentido. Aunque también puede ser mucho más que eso. «Oh, alma mía, no aspires a la vida inmortal, pero agota el campo de lo posible», refiere Píndaro.

 

En el año 79 de nuestra era, el volcán Vesubio hizo erupción sobre las ciudades romanas de Pompeya y Herculano, sepultadas bajo una capa solidificada de lava volcánica, desaparecidas del mapa. Durante el siglo XVII, Carlos III, entonces rey de Nápoles, encargó a Roque Joaquín de Alcubierre las excavaciones para dar con su paradero. De este proceso es que la arqueología comenzó a desarrollarse como disciplina, así como un movimiento estético denominado Neoclásico, el cual fue una contraposición al barroco, asociado a las ideas ilustradas y adoptado por Napoleón Bonaparte durante el primer imperio. Estas ciudades, además, contenían algo en particular: frases satíricas o solo mensajes en paredes denominados graffiti, cuya etimología, de origen latino, significa «incidir con el scariphus«, una tipo vara ancha y alargada utilizada para escribir. Podemos encontrar un recopilado de enunciados en estas ciudades en el cuarto volumen del Corpus Inscription Latinarum, entre los que se encuentran «Restituta, quítate la túnica y muestra tus peludas partes» y «¡Salud al que ame; muerte al que no sepa amar!», entre otras.

 

 

De la zona arqueológica transitó hacia América durante la Gran Depresión del periodo entreguerras. A la postre fue apropiado por los gangs compuestos por afrodescendientes y latinoamericanos, quienes marcaron territorio para defender el gueto. Mucho se ha especulado sobre su origen moderno en Estados Unidos y su vinculación con la cultura Hip hop, de la que se dice conforma sus «cuatro elementos» (junto al rap, break dance y b-boy) y que se acepta sin ninguna cuestión, pero que, en realidad, no pertenece a este, ya que no hay elementos suficientes para relacionarlo salvo la película Wild Style (1982), dirigida por Charlie Ahearn, cuya exposición y popularidad, además de considerarse la primera película del tipo, generaron su correspondencia, pero sin ningún argumento.

 

A México llegó en los años noventa en Tijuana. Las migraciones trajeron consigo capitales y modismos, lenguas y estilos. Las ciudades de Aguascalientes y Guadalajara mostraron los primeros tages en el país, lejos de la frontera, cuyo formato vino de la mano de cholos y skates. Después se propagó hacia la Ciudad de México y llegó a Querétaro en el mismo periodo, originándose del lado norte de la entidad, en el que se conformación varios crews: OFP, LPC, SPA, KST, RTC, 34S, KW7, VSRF, NO, R, THA PLAGA 7, BOS, GAS, ATR, E, PM, OTE, entre otros, componiendo lo múltiple en este espacio homogéneo; voces provenientes de Satélite, Cerrito Colorado, Garambullo, Sauces, Tintero, Carrillo Puerto y las primeras avenidas usadas como lienzo en 5 de Febrero, avenida Revolución y Boulevard Bernardo Quintana.

 

 

Las marranas comenzaron a comercializarse, así como los gises, piedras y, con ello, los primeros tages en paredes de casas o en la escuela, o rascados en los vidrios del autobús. Tiendas especializadas como Wild Style Urban Shop de «Over» y Espiral de «Nobs». Estilos transmigrando de ciudad en ciudad adaptándose a las vivencias y sus circunstancias: Brodway elegant, Brooklyn, el tag outline, bubble letters, vomitados, dirty, block letters o desvatadores, wild style, model pastel, caracteres e íconos. Las periferias comenzaron a escribirse a través del aerosol, ocultas por la historia oficial y su nostalgia, creando un testimonio impugnador en cada válvula: fat, banana, punto verde o rosa, macho o hembra, New York, skinny, transversal, soft, caligráfica, francesa, power, australiana, verborrea plagando la urbe en el que los sujetos se fueron encontrando.

 

Por un lado, los R grafiteando el monumento a Conín, a las afueras de la ciudad. Lo que, en su tiempo, conmoción a una población tradicional y generó un repudio aún mayor a estas formas. Luego llegarían las historias de pleitos. El «Bufón», de los Traviesos, fue un caso excepcional. Un conflicto que derivó en su muerte, cuya placa prevaleció en los condominios de Satélite. El «Cruel», de la 34S, en la colonia Obrera, en un mural que duró más de una década sin ser encimado. Los NO como referentes en los ilegales, grafiteando en espectaculares, dobles pisos, avenidas, escuelas, fábricas y en gran cantidad. Durante el nuevo siglo era común ver las inscripciones frente a la plaza comercial en avenida Revolución, principalmente el «NO-GAS».

 

 

El graffiti no es arte, sino un compendio de actos; historias que se conjugan en escenarios públicos en los que discurren anécdotas, caminatas y pláticas de individuos, reflejados en una pinta cualquiera, en cualquier parte. Marcado por esa parcialidad, las formas de «trascendencia artística» le resultan inútiles, pues el graffiti se sustenta en la vida cotidiana, liberándose así del prejuicio de «gran Arte». Voces que se detentan como esencialmente subjetivas y que no se erigen como la única verdad, porque no les interesa, sino corresponderse entre sí, poniendo énfasis en el ámbito que se opone simbólicamente a la oficialidad, que es la calle.

 

Bajo esta premisa, cada trazo diversifica el mundo, mediante la sumatoria de narrativas. Ya no el de la demagogia o la publicidad, que impone y doblega, sino el de los lugares de enunciación marginal. Lo excluido de la mirada pública entrometiéndose por las fisuras de esta ciudad. Un recordatorio de que en este espacio somos muchos y que hay testimonios al respecto, en paredes que son imprentas. Lenguajes. Recordemos: la creación es retórica, «vamos a tagear; y el tage se hizo». Grafiteo, luego existo. Ahora entiendo por qué a los grafiteros, también les llaman writters. 

 


Texto publicado originalmente en el libro «Entre calles: manifestaciones de cultura urbana en Querétaro».